Los sombríos ecos de un pasado no sanado,
enlazados a una infancia arrinconada en la memoria,
se dan cuenta de que ya no significan nada,
de que su presencia es hondamente molesta,
y mi sensibilidad, combatida en una oscuridad
de músicas, bailes alocados y sexos devastados,
considera seriamente las penas y las amarguras.
Este sufrimiento inhumano permanece aquí, ahora,
no ha embarcado hacia tierras ignotas
sino que se perpetúa en una senda púrpura
y las caricias cada vez se hallan más lejanas,
aunque mi pecho ansíe gritar al viento:
¡Ya no hay sitio en mí para el dolor!
Laureles marchitos
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La neblina arrastra perros húmedos,
banquetes de lenguas inmemoriales,
laureles marchitos de glorias, cubiertos
con enormes voluntades de vanos luto...
Hace 2 semanas.